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El padre Feijoo escribió sobre Peralta que era un «sujeto de quien no se puede hablar sin admiración, porque apenas (ni aun apenas) se hallará en toda Europa hombre alguno de superiores talentos y erudición». Entre sus obras, estos Júbilos de Lima describen las «fiestas reales que hizo esta muy noble y leal ciudad, capital y emporio de la América austral, en celebración de los augustos casamientos del serenísimo señor don Luis Fernando, Príncipe de las Asturias, nuestro señor, con la serenísima señora Princesa de Orleans, y del señor rey cristianísimo Luis Décimo Quinto con la serenísima señora doña María Ana Victoria, infanta de España», integrando una breve historia del Perú, con la serie de sus incas, los elogios a la Corona y la evocación de los actos festivos (desfiles, toros, carros simbólicos, fuegos artificiales, comedias y pompas triunfales), en un texto que explora una síntesis de erudición clásica, admiración por la historia precolombina y devoción por la Corona y la cultura hispánica, fundidas en la ciudad de Lima, que asimila a una Roma o Atenas de Indias.