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En este libro se estudia una serie de 32 poblaciones creadas por Carlos III en el sur de España. Tal creación se debe a un proyecto ilustrado elaborado por el conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, y encomendado al superintendente limeño Pablo de Olavide. La iniciativa pretendía implantar una nueva organización social, para lo que se redactó un fuero propio para las fundaciones que regulaba los aspectos de la vida económica y social de los más de 6.000 colonos oriundos de Alsacia, Baviera, Suiza y Saboya. Tales localidades fueron construidas a lo largo de 37 meses de trabajos intensivos, entre el 26 de febrero de 1767 y el 11 de abril de 1770; erigidas en unos terrenos desolados y en gran parte despoblados a lo largo de las rutas principales entre Madrid y Cádiz, y entre Valencia y Cádiz.
El objetivo de estas poblaciones era también proteger las vías principales, donde se producían agresiones frecuentes por parte de bandidos, así como aumentar los suministros de grano en Madrid, ya que el Motín de Esquilache de 1766 en la capital persuadió a la Corona de la necesidad de aumentar la producción. Se establecieron dos grupos de poblaciones: las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, entre Despeñaperros y Bailén, y las de Andalucía, entre Córdoba y Carmona. En total albergaron 1.499 casas para 1.535 familias y 6.585 colonos, que plantaron 14.289 fanegas de grano, 97.791 olivos, 525.701 vides y 2.222 higueras. En 1775, el número de poblaciones había aumentado a 41, y en 1795, ya había más de 50.