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Todo un viaje al pasado, inesperado y casi mágico resulta este tomo dedicado al año de 1897 periodo en el que el último invento, el cinematógrafo, irrumpe en nuestro país a través de los primeros exhibidores y camarógrafos nacionales. El marco político, económico y social de México es capturado por el cine, así como este fenómeno es atrapado y reconstruido en estas páginas de una manera tan amena que el lector se encontrara súbitamente inmerso en la cotidianidad del ámbito cinematográfico de aquellos años.