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Más allá de la lógica el sentido es común. Es donde la inteligencia libera universos de sinsentido; donde lo exterior entraña el interior. Al exterior sólo parece interesar la razón para imponerla. Sin embargo, no es un ser superficial y es más bien progresivo. Por otro lado, empatiza con el amor, en silencio. Traza huellas propias. Es fragancia de flores y tiene sed de justicia. A su vez, el interior no es útil, sólo se siente. Forma parte de la nostalgia y entra al debate entre realidad e irrealidad. En realidad la razón está aislada; la irrealidad la incorpora y reconvierte. Exterior e interior se motivan en un punto de encuentro. Visto desde la irrealidad, el exterior es perfecto, como es la Vía Láctea; luminoso, como es el sol. ¿Es seguro que así sea? Sí, porque al encuentro se abre un ojo exterior que se ofrenda desde el interior. Dios lo observa tapado en pixeles. No se trata de entender, se trata de sentir. Con sus tatuajes, la vida seduce como lo hace una mujer. Esa seducción genera emociones: tristezas, vacíos, alegrías, éxtasis. Este libro es un paseo por lugares localizados en el infinito. Sitios en los que la seducción es el sentido común. Persigue estados de incongruencia; confusión entre comienzo y final. No se sabe si habrá coincidencia, pero se cree que sí. Al final, la vida en plenitud es aquella apuesta que hace sentido, sin sentido